Tras
8 horas allí sentadas en aquel autobús, con las gafas de sol para que nadie
pudiese apreciar la tristeza en mis ojos, a cada kilómetro que recorría más
lejos me sentía… Intentando secar rápidamente las lágrimas y más aún al leer
ese mensaje de mi buen amigo Jose, que aún hoy puedo recordar; -“Hoy el cielo
está más gris, oscuro y triste porque tú te has ido, (…)”- sonriendo a mi madre para demostrar lo
contenta, feliz y segura que estaba de aquella decisión, que no era más que una
demostración a mí misma, una necesidad de creerme esa felicidad que para nada
sentía, hasta que llegamos al destino, a Zaragoza…
¿Nueva
etapa? ¿Vida nueva? Comienzo a… ser, a vivir, a descubrir, a soñar, olvidar,
aprender, responder, resolver, etc…
Y
el destino se convirtió en realidad, era Zaragoza y estaba delante de nuestra
bandera en el aeropuerto, en la puerta secundaria de la Academia Militar de
Zaragoza donde nos había llevado ese taxista educado pero serio como buen
mañico.
Y
allí como yo, estaban otras chicas, chicos, unos mayores, otros de mi edad,… -Nunca
he tenido demasiados problemas para relacionarme con las personas, pues soy
bastante sociable, abierta, jovial, lo que hace que permanezca oculta la
timidez que tengo, y a partir de ese mismo instante, era algo que iba a
necesitar bastante, ya que ese momento era la despedida de mi madre y con ella
de mi vida, se iba mi mundo, ese mundo agradable y sencillo que yo creía que era, el adiós de
todo lo anterior hasta no sé sabe cuándo...- Este era el principio del comienzo
de la nueva vida, estaba sola, asustada y desolada por dentro, pero con una
pose y una actitud firme y mi gran sonrisa que tanto me caracteriza, preparada
para enfrentarme y superar todo lo que viniese a partir de traspasar esa
puerta, y esta sería la prueba fehaciente de ello, de que lo conseguí.
Nada
más registrarme en la entrada, aquel chico militar, joven, con semblante serio, poco hablador y con un uniforme azul poco
conocido…, me indicó el camino a seguir, hasta llegar a ese autobús viejo que
nos llevaría a nuestra nueva vida a todos los que estábamos allí. En esos
momentos me encontré con aquella chica, entre toda esa gente extraña,
desconocida y nueva para mí, que sin querer se convertirían en mi gran
“familia” durante los siguientes 4 meses, (algunas siguen formando parte de mí
vida en la actualidad). Esta chica era muy guapa, rubia, alta, parecía muy
simpática y también estaba sola, por lo que entre las dos nos presentamos y
decidimos irnos juntas emprendiendo ese viaje a otra parte de la Base, pero este
viaje no tenía lugar al retorno…
Pues las sensaciones durante ese trayecto de
apenas 15 minutos, eran contradictorias, opuestas, incoherentes, incluso en
aquel momento. Me sentía extraña, estaba preocupada, abstraída, pensativa, dentro
de aquella situación de la cual, no tenía plena conciencia ni llegaba a
entender totalmente, pero alegre y contenta por sentir que dentro de mi
añoranza, mi tristeza y mi soledad, aunque de una forma muy insignificante, no estaba
sola.
Pues
ya no estaba sola, porque había conocido a alguien y no me separaría de ella,
pero triste y desabrigada porque, no podía dejar de pensar en todo lo que yo
dejaba atrás a partir de esa puerta, porque en ese instante, no sabía si era
mejor o peor lo que yo había vivido hasta entonces que lo que me quedaba por vivir
a partir de aquel momento en ese régimen académico-militar, pero era lo único
que conocía y desprenderme de ello, suponía un gran desconsuelo, angustia, pena
y sabía que la pérdida de una parte de mí, tal vez la inocencia, quizás la ingenuidad,
pero seguro, la LIBERTAD…